Si bien se trata de conceptos que están relacionados, no hay que confundirlos ya que tienen finalidades distintas. 

Tener capacidad de ahorro es el primer paso para fortalecer la economía personal. Ahorrar es guardar dinero, en efectivo o en una cuenta, y tenerlo disponible para utilizar ante cualquier eventualidad que implique gastos extraordinarios. Permitirá afrontar los costos si por algún motivo se ven afectados los ingresos del hogar, o bien ante situaciones inesperadas como la reposición de un electrodoméstico o necesidades de salud. 

Es importante que, con la misma frecuencia que ingresa dinero, se separe de este una porción destinada a conformar un fondo de ahorros, que deberá utilizarse únicamente para solventar los gastos de emergencias y necesidades a corto plazo. En la medida en que se utilice este dinero, es fundamental reponerlo lo antes posible para no perder el respaldo de este fondo.  

Una vez que se logra reunir ese capital, se puede analizar la posibilidad de destinar una parte de los ingresos a inversiones. Invertir consiste en no gastar el dinero en el presente sino acceder con este a instrumentos que permitan obtener un posible beneficio en el futuro. El dinero utilizado para invertir debería ser el sobrante que quede luego cubrir todos los gastos y separar lo correspondiente para el fondo de ahorros. Es decir que sin ahorro no debería haber inversión. 

Cuando invertimos estamos poniendo una cantidad determinada de dinero a disposición de una o varias empresas con el objetivo de que, en el mediano o largo plazo, ese dinero se incremente. Esto siempre implica un riesgo, ya que la posibilidad de obtener una ganancia depende del resultado de las acciones de un tercero. Por eso nunca se debe invertir el dinero del fondo de ahorros, ya que este último es un respaldo para cubrir gastos de emergencia y no debe exponerse al riesgo de las inversiones.

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